Hace unas semanas en Gijón coincidí en un congreso, con una ex compañera y actual amiga, de Zaragoza. Realmente no coincidimos, planeamos el encuentro para poder vernos, ya que cada vez nos resulta más complicado. Cuando voy a Zaragoza ya casi no tengo tiempo de quedar con ex compañeros de trabajo, mi tiempo lo dedico principalmente a mi familia y amigos...Ella (mi amiga), por su parte había hecho coincidir nuestro encuentro, con el de otra amiga a la que yo no conocía. Una amiga que conoció durante los años que estuvo trabajando en Londres. Su amiga, a la que llamaremos Wang Gi, es coreana del sur y actualmente vive en Londres. La llamo Wang Gi, porque ni cuando estuve con ella fuí capaz de pronunciar su nombre correctamente, y porque no procede citarla tal cual.
Wang Gi es una chica de treinta años, apasionada por el mundo que le rodea, occidentalizada pero con sus raices asiáticas, una gourmet exquisita, fotógrafa empedernida, sumergida de lleno en nuestra cultura de la cual lleva empapandose siete años.
Hasta aquí todo normal, ¿no?... En realidad debería ser normal, pero no lo es. Wang Gi tiene un grave problema, debe abandonar el Reino Unido en unos pocos meses, ¿por qué? Porque vino con visa de estudiante, ella estudia escaparatismo, y hace unos meses las leyes de inmigración cambiaron. Para poder obtener el permiso de residencia tiene que tener un contrato de trabajo, como tiene visa de estudiante, solamente puede trabajar 20 horas a la semana y el resto arreglarselas como puede para sobrevivir con trabajos pagados en dinero negro. Solamente puede residir con un contrato de trabajo, para lo cual debe volver a Corea del Sur, y que alguien la reclame (situación imposible), o la estupenda opción de casarse.
Lo tenía todo "arreglado", un amigo gay se había prestado a hacerle "el favor de su vida", pero al cambiar la ley, todo se precipitó y su amigo decidió hacerle "el favor de su vida", a otra persona.
Vivir desde los 23 a los 30 años en Londres, querer quedarte en un país que adoras y no poder... ¡Qué injusticia! ¿Qué le queda?
1. Volver a Corea, allí su familia tenía un negocio, pero ha quebrado, quedándose en la más absoluta de las ruinas, y no la pueden mantener. Por otra parte, en Corea nunca encontrará un marido, ya es demasiado mayor... tiene terror por volver, ser mujer en Corea del Sur no es de las cosas más recomendables y menos tener 30 años y no estar casada.
2. Ir saltandose la ley hasta que la pillen, cuando expire su permiso, irse tres meses a Francia, volver tres meses a Londres, volverse a ir, volver... así jamás encontrará un trabajo, ni una estabilidad, siempre huyendo, siempre pensando que te van a pillar y te van a mandar con sello de vuelta a Corea.
3. Casarse. No ha tenido la suerte de enamorarse y que el acto del casamiento sea motivo de fiesta y alegría. Tiene que casarse por pura burocracia.
Llevo todo este tiempo pensando en ella, intento ponerme en su lugar, y cualquiera de las tres situaciones me parece la muerte en vida. ¿Cual de todas es menos mala? Yo todavía no lo se, sólo se que casarse sin amar, puede ser la peor de las condenas, aunque te salve la vida civil.